El escritor frustrado

Lee con música.

635 días, eso fue lo que tardé escribiendo esa novela. 635 días en los que no asistí a fiestas, ni salí con mis amigos, todo para tener en mis manos este libro.

Recuerdo que cuando lo terminé, sentí alegría y una grata satisfacción. Pero luego ya todo cambió. ¡Y pensar que tanto tiempo, trabajo y dedicación se vio desperdiciado! Sí, mi nueva novela fue un total fracaso, a pesar de no ser la primera. Los otros dos libros de mi autoría tuvieron un éxito increíble, sin embargo, quién sabe por qué, este fue todo lo contrario.

También recuerdo esa fría noche. Estaba sentado en mi despacho, frustrado, mientras leía las críticas sobre cuán malo es mi libro. Me sentía enojado con los lectores y conmigo mismo por haber sacrificado tanto tiempo en algo soporífero de leer. Me sentía tan furioso, tan humillado, que lancé el libro al piso con mucha fuerza, con tanto coraje que se despedazó contra el suelo. Hojas por aquí y por allá que dejaban de tener sentido. Luego, un poco calmado después del arranque de ira, me quedé dormido en el sofá.

Desperté a la tarde del día siguiente. Muchas horas de sueño. Me sentía desorientado. Estaba en mi casa, pero sentía que no era el mismo lugar. Ignorando ese hecho fui a la cocina, pero no encontré comida que devorar. Me pareció extraño ya que podría apostar que había un poco de cereal en la alacena. No obstante, volví a ignorar la extrañeza y decidí que debía salir para buscar algo que desayunar. Así que, entré a mi despacho para tomar mi sombrero y poder irme, caballero siempre listo para la fama en las calles.

Cuando abrí la puerta no me fijé que no había una habitación sino una montaña enorme y, al no verla, caí en la grama. Perplejo de lo que estaba viviendo, la puerta cerró. No sabía qué pensar. Traté de organizar mis pensamientos, emociones, sentimientos de sorpresa enlazados a una mirada escéptica. Luego, cuando tuve unos segundos para reponerme, pensé que tal vez era un sueño. Tal vez todavía estaba durmiendo.

Me levanté del suelo y vi un atardecer hermoso. Podía sentir la brisa fría en mis mejillas, observaba las nubes con forma de criaturas fantásticas. Con cada nuevo detalle, algo de ese lugar me parecía familiar, pero no podía descifrar qué era.

Empecé a caminar hacia un pequeño valle de madera de donde salía un dulce olor a chocolate. Mientras andaba, a lo lejos, podía ver un cartel que decía el nombre del valle. Entonces, cuando leí que ese lugar se llamaba Ariam, confirmé mis sospechas.

¡Me di cuenta que estaba en mi novela! Ahí, dentro de la fantasía que crearon mis letras.

Quedé asombrado. Ahora estaba convencido de que ese valle sí era real. Ávido de continuar explorando, llegué a la aldea, donde me recibieron los habitantes. Tal como pasó en mi novela, degusté comida exquisita y conocí a los personajes que alguna vez fueron solo palabras. Era un mundo plácido y pacífico, sin lágrimas ni sufrimiento. Sin frustraciones o críticas negativas.

Desperté y decidí pensar que todo había sido un sueño. Cuando me levanté del sofá, dudosa de la realidad que percibía, fui a mi despacho con un poco de esperanza. Tal vez sí era real. Tal vez allí estaban mis ideas para levantarme el ánimo. Abrí la puerta y solo vi mi sombrero, la gran ventana de cristal y muchas hojas de papel surtidas en el suelo. Las recogí y arreglé el libro con cinta adhesiva, luego lo coloqué en una pequeña caja y la guardé, lleno de cariño y añoranza. Justo cuando terminé, me sentí satisfecho de lo que había creado. No era el mejor libro que había escrito, pero si era mi favorito. Una fantasía en la que vivir.

Ahora, siempre que duermo, puedo visitar ese lugar al que le di vida con un lápiz y una libreta.

Yadeliz Camuy es una estudiante de 9no grado que participó de un concurso de escritura creativa, propuesto en un taller de escritura y lectura impartido por la administradora Betsy Ortiz.

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2 Pensamientos

  1. Yadeliz me alegra mucho poder leer tu literatura. Para un maestro es un orgullo saber que sus estudiantes siguen cosechando frutos. Sigue hacia adelante.

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