
El 15 de marzo a eso de las 11:00 a.m., durante el servicio dominical nos enteramos de la noticia de la implementación de una cuarentena nacional. En ese instante comenzaron a recorrer un sinnúmero de preguntas acerca del funcionamiento de la Iglesia ante esta emergencia. Mientras escuchábamos las noticias de que la economía y el sistema de salud colapsarían, la Iglesia estaba a la expectativa de las decisiones que tal situación requería.
Un cambio era inminente, los templos se vaciarían, pero la misión debía continuar. Como dice el Evangelio de Marcos 16:15 – “ Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos.” Era tiempo de buscar una solución práctica, la cual fuera inclusiva y trasformadora. La Iglesia debía dejar atrás los templos y dejar de levantar muros porque como dijo el Papa Francisco “El que levanta un muro termina prisionero del muro que levantó”. Un nuevo método, pero con el mismo propósito…
El método o solución: las redes sociales.
Las redes sociales, ese “mundo” criticado por muchos y adorado por otros, sería la nueva forma en la cual el Mensaje sería proclamado. Ni la extrema izquierda, ni la extrema derecha podían impedir el avance de un nuevo formato en el cual se llevaría la Buena Noticia. Un camino diferente, pero con el mismo mensaje de esperanza. La Iglesia debía actualizarse, no importaba la filosofía de los líderes, una nueva versión debía florecer en medio de la oscuridad y debía ser la nueva luz para el mundo.
¿Una nueva luz? Sí, la “Iglesia digital” transformaría el pensamiento popular, pero erróneo que tenemos sobre ella misma.
Cuando buscamos el origen de la palabra Iglesia, encontramos que proviene de la palabra griega “ecclesia”, la cual se define como asamblea. Es por esto, que la Iglesia no es un edificio, es la comunidad de creyentes que se reúne para compartir sus creencias. Esta emergencia nos abre los ojos para entender que nuestro trabajo no se resume a un templo o a un lugar, que nuestro caminar cristiano trasciende muros y fronteras. Como dijo una vez Pedro Arrupe S.J. – “Es mucha verdad que los problemas nos desbordan y que no lo podemos todo. Pero lo poco que podemos. ¿Lo hacemos todo?”.
El Covid-19 nos ha puesto en una situación incómoda, nos ha sacado de nuestra área de comodidad y hemos tenido que redirigir nuestros planes.
¿Estábamos haciendo todo lo que podíamos o solo hacíamos todo lo que queríamos?
Son estos tipos de pensamientos los que son provocados en mí cuando veo que todavía hay muros sin derrumbar y puentes sin construir.
En todo amar y servir… Más allá de buenos sermones, defendamos nuestro testimonio y ejemplifiquemos la vida de Jesús a través del servicio a los demás. Una Iglesia actualizada incluye, no excluye, ama y no juzga, es puente y no muralla. Actualicemos la Iglesia por el bien común, acércate a la gente, dedica tiempo para los necesitados más que para el escritorio, seamos una Iglesia que aprenda a conocer y abrazar.
Dios continuará siendo el mismo, Su mensaje y Su obra tendrán variantes, pero como dice Juan 14:6 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida…” En ese camino encontraremos el amor y la verdadera justicia que tanto se predica, pero que no ejemplificamos.